Pauta 2: Aceptamos y validamos nuestros sentimientos y los ajenos

Competencias socioemocionales

«Puras lágrimas de cocodrilo»; «los machos no lloran»; «deje esa rabieta»; «deje la Lloradera, tampoco era para tanto»; «si todo fuera como eso…»

La frecuencia con que escuchamos expresiones como estas indica que nuestra sociedad no reconoce la importancia de los sentimientos ni permite su expresión. Sin embargo, los sentimientos son una dimensión importante de la vida porque nos permiten defendernos del peligro, velar por nuestros intereses, orientar nuestras decisiones en función de nuestras aspiraciones, fortalecer nuestros vínculos afectivos, amar a nuestros esposos, esposas, hijos y familiares, a proteger a los desvalidos y a los ancianos.

Quizás todos recordamos alguna experiencia en la que una «corazonada» nos haya señalado un peligro o nos haya sugerido la solución a algún problema. Esto sucede porque nuestro cerebro no solamente piensa, sino que también siente. Sucede también, porque las partes del cerebro que manejan la razón y los sentimientos fueron creadas para trabajar juntas y complementarse la una con la otra. Además, todo en Ia naturaleza tiene un propósito y nada de lo creado es inútil; Por eso, si tenemos un cerebro capaz de pensar y de sentir es para que lo usemos precisamente para eso, para pensar y para sentir; es decir, para que nuestra razón y nuestros sentimientos trabajen juntos y nos ayuden a orientar nuestra vida.

Tan grave es obrar de una manera puramente racional, sin escuchar los sentimientos, como dejarnos llevar por los sentimientos sin tener en cuenta la razón. Es decir, que, para lograr nuestro propio equilibrio, tanto en la vida personal como en las relaciones con los demás, debemos aprender a equilibrar nuestras facultades de pensar y de sentir. Sin embargo, como vivimos en una sociedad que ignora la importancia de la vida afectiva, y como no nos han enseñado a desarrollarla de una manera sana, tenemos que comenzar por reconocer que los sentimientos son una dimensión fundamental de la vida y aprender a reconocerlos, llamarlos por su nombre, aceptarlos y expresarlos adecuadamente. También hay que reconocer que no hay sentimientos buenos ni sentimientos malos, porque no podemos dejar de sentirlos… Por eso, no debemos nunca juzgar ni rechazar los sentimientos propios o ajenos.

Cuando algún sentimiento duele o crea conflicto entre las personas, lo malo no es el sentimiento en sí sino la manera de expresarlo. Esto quiere decir que todos los sentimientos son benéficos cuando se reconocen y cuando se aceptan y se expresan bien.

Tomado del «Taller de Habilidades Parentales»

Autores: María Eugenia Carvajal de Guerrero y María Lucia Cabal de Posada.

 

 

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